Hoy he quedado con mi amigo de la universidad para para comer en un restaurante de sushi, uno que se llama Kura Sushi,くら寿司 en japonés. Es un restaurante muy conocido, donde el Sushi va girando por las mesas, y te traen lo que pides a parte en una cinta transportadora. Desde que vine a Japón, he ido unas cuantas veces.
Y de camino a la estación de tren, me he encontrado con un gato muy mono, que me ha hecho pensar en .
Me he levantado está mañana sobre las 9, he estado destendiendo la ropa de los dos tendederos que compré en el Ikea, los cuales no me costaron mucho, unos 990¥ cada uno.
Me he vestido, he desayunado algo, y tras escuchar un poco de música, he salido de casa.
Hacia una mañana un poco fresca, no demasiado, así que perfecta para salir a dar una vuelta.
Caminando, suelo mirar el paisaje que hay al lado de mi residencia. Hay un cementerio, un templo budista y un santuario sintoísta. Vivo en un barrio bastante espiritual, he de decir.
De camino, pasé al lado de un pequeño río, del cual ella me dijo que en primavera se pone muy bonito con los cerezos y sus pétalos cayendo al agua.
Finalmente, antes de llegar a mi estación de tren, atravieso una calle en línea recta.
Y, a mitad de camino, me encontré algo muy curioso que llamó mi atención, un gato que estaba parado en un lado de la carretera.
El gato estaba a mitad de una calle recta. Me fijé en cómo pasaba alguna persona al lado suyo, pero el gato no reaccionaba, sino que seguía a lo suyo, lamiéndose la pata.
Pero luego, al pasar yo, el gato dejó lo que estaba haciendo, y empezó a mirarme fijamente, siguiéndome con la mirada por forme pasaba por delante.
De camino, pensando en el gato, se me olvidó pagar al entrar en la estación, porque en la entrada no hay barrera y me he despistado. Cuando he llegado a la estación para cambiar de tren, le expliqué a la señora que estaba allí, que me había olvidado porque no hay barrera al entrar (en japonés 改札口), aunque me dijo que no pasaba nada. Que podía pagar allí.
Así continúe mi camino, y me monté en el segundo (y último) tren para ir donde quedé con mi amigo. Me fijé en el paisaje. Como la vía del tren va a un nivel mucho más alto que la carretera, se ven muy bien las casas y edificios de la zona. Es un paisaje muy japonés, la verdad. Las casas tan ordenadas como desordenadas y con muchas formas, muchos restaurantes de curry, sushi...
Pero tal vez me estuve fijando demasiado en el paisaje, porque me acabé pasando una parada. Entonces, pensé que lo mejor era, en vez de bajar e ir caminando hacia la que me tocaba (es un tramo muy largo), parar en la siguiente y cambiar de tren. Pero, en la siguiente parada, ¡Me volví a despistar y acabé en la última de la linea! Tal vez el gato tuvo algo que ver, no lo sé. Tengo como excusa que estaba viendo el paisaje.
Entonces, ya en 藤が丘, pensé que tenía que cambiar de vía, pero luego me di cuenta de que no, y volví al tren. Un trabajador me vio, y como el gato, se dio cuenta de que era Gaijin, y me siguió hasta dentro del vagón.
Yo no me di cuenta, pero cuando me senté, fui el primero y al único al que preguntó por el billete. Le expliqué que estaba... despistado y que quería volver atrás, pero me dijo que tenía que pagar ese trayecto entero, y volver a comprar un billete para volver.
Lejos de abandonar la etiqueta social japonesa de hacer reverencias cada vez que uno de los dos acaba una frase, me chocaba que tuviera que volver a pagar.
Pero pagué, unos 370 yenes, lo equivalente a 3 platos de sushi en el restaurante al que iba a ir.
Por fin llegué a donde estaba mi amigo. Fuimos a comer al restaurante de sushi de la zona, que se llama Kura Sushi. Es un restaurante donde giran los platos por una plataforma por el restaurante. ¡Muy bueno!
Cuando salimos, empezó a llover fuerte, y yo no llevaba paraguas. Pero estuvimos él y yo debajo del suyo, y nos reímos mucho de la situación.
Y luego yo ya tuve que ir a clase porque entraba a las 2 y 20.
Pero no dejé de tener en segundo plano al gato de esa mañana. De cómo había sigo el único al que había mirado, al único para el que había dejado de limpiarse.
Reflexionaba sobre cómo, quiera o no, soy gaijin. Es algo que me da igual, la verdad. En mi vida en España, mucha gente de mi entorno ha sido Gaijin, pero nunca he pensado nada al respecto, y en mi caso, en Japón, me siento bastante bien recibido.
Incluso, cuando camino por las calles de mi pueblo, noto como la gente, como lo hizo el gato, se me queda mirando. Pero a mi parecer, con curiosidad, con buena intención. Tal vez se pregunten qué hace un Gaijin aquí, caminando por un pueblo lejos del turista promedio. Tal vez deduzcan que soy estudiante, que no estoy solo por turismo, que soy del vecindario.
La verdad es que no sé qué piensan cuando me ven caminando por ahí. Ni creo que lo vaya a saber.
Yo sigo con lo mío, paso por delante de las casas, y cuando hay alguna persona en el jardín o en el porche, les saludo y me devuelven el saludo.
Supongo que he sido yo el que he elegido venir aquí, ser diferente, y, la verdad, es algo que me apasiona.
0 Comentarios